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Libeccio y Tramontana
Libeccio y Tramontana
Por todos los años Setenta llevaba siempre conmigo, dondequiera andase, uno o màs cuadernos, un làpiz y un sacapuntas. Cada momento era bueno para meterme a escribir, una espera en auto, mientras tomaba un capuchino en el bar, el descanso entre una lecciòn y otra, un breve paseo en el Parque Forlanini o en el parque del Idroscalo
El motivo dominante de la mayor parte de estos cuentos, de éstas emociones, de éstos instantes recogidos al vuelo, era la melancolìa angustiante por un mundo perdido, aquél mundo de la infancia, de la casa de mis abuelos, en la calle Roma 43 bis, en Livorno, con el andar y venir de primos, con mi abuelo que labraba la huerta rodeado de sus adoradas gallinas, con mi abuela que freìa los buñuelos.
Cuento también de desiluciones y momentos tristes, del pasaje de los años Setenta a los años Ochenta, incertidumbres, soledades.
Y también, como del resto de cualquier otra cosa de que se me haya ocurrido escribir, como de la no fàcil relaciòn con mi padre a pesar de todo.
Se leeràn también algunos brevìsimos fragmentos en vernàculo livornés. Sì, porqué el Libeccio y la Tramontana son dos vientos que soplan sobre la ciudad labrònica, que es la ùnica y verdadera protagonista de éste pequeño libro.
El editor y dueño de la librerìa màs conocida de Livorno, Belforte, cuya mìstica librerìa existe aùn hoy dìa, en vìa Grande, tomò a pecho mis escritos, nacidos siempre en momentos particulares, y surgiò asì esta colecciòn.
Recuerdo el felìz momento de la presentaciòn, en la susodicha librerìa. Mi ùnica pena fué la ausencia total de mis primos, con quienes habìa tenido una infancia muy estrecha.
Pero vino un tìo mìo, y esto me fuè suficiente.
Libeccio e Tramontana
Recuerdo también que un señor, no sé quién fuese, criticò el hecho que en “Libeccio e Tramontana” no fuese la Livorno excesiva, olorosa, (segùn él) de los barrios del nord. Su crìtica fuè bienvenida, en cuanto cada crìtica es siempre ùtil y constructiva. Pero yo no habìa vivido nunca en la zona a la que se referìa aquél señor, y por ende, si habìa descripto otra Livorno, fuì intelectualmente honesto, porque no quise ocupar terrenos ajenos, y en los cuales, por incompetencia, no habrìa sabido como moverme.
Yo contaba la Livorno que conocìa, en la que habìa vivido mis primeros nueve años. Y por correcciòn, no arriegaba màs allà.